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Imagen de las torres y chimeneas de la térmica de Compostilla II cuando todavía funcionada. César Sánchez
El Bierzo dice adiós a su último bastión minero

El Bierzo dice adiós a su último bastión minero

Endesa derriba las dos torres de refrigeración y la chimenea G3 de la central térmica de Compostilla II, dejando un vacío en el paisaje berciano

Esther Jiménez

Ponferrada

Jueves, 31 de agosto 2023, 10:26

Erigidas como gigantes dentro de la hoya berciana, las torres y chimeneas de la central térmica de Compostilla II, en Cubillos del Sil, daban la bienvenida a todo aquel que llegaba a la comarca, siendo ejemplo de la hegemonía del sector minero de la zona. Pero con el cierre de las minas, su futuro pasó a ser incierto y en 2020 llegó su sentencia de muerte.

Desde entonces ha habido dos intentos de tirarlas abajo, paralizaciones, la propuesta para declararlas Bien de Interés Cultural (BIC) como ejemplo de patrimonio industrial y del pasado de esta tierra. Pero esa importante lucha social, encabezada por colectivos ciudadanos principalmente, y en menor medida por partidos políticos, no ha podido con la decisión ya tomada de Endesa ni con los criterios de administraciones como la Junta de Castilla y León, que consideraron inasumible su conservación por el alto coste de mantenimiento.

Y ahora, tres años después de su «apagón», se cierra un nuevo capítulo en la historia de la comarca con el derribo de estas estructuras. Serán demolidas las dos torres de refrigeración y la chimenea G3, y aunque todavía quedarán en pie otras dos chimeneas, el paisaje berciano no volverá a ser el mismo, ya que perderá sus elementos más característicos y visibles.

En pie desde los años 60

Y es que estos elementos industriales llevan en pie y siendo parte del 'skyline' de la comarca desde hace más de medio siglo de la mano de Empresa Nacional de Electricidad SA, Endesa, compañía que vio la luz en Ponferrada en 1944. La central térmica de Compostilla II fue inaugurada en 1966, aunque entró en funcionamiento seis años después, dejando sin uso a su hermana mayor, Compostilla I, situada en la capital berciana, puesto que contaba con una mayor capacidad para cubrir la demanda eléctrica de la época.

En 1972 contaba con tres grupos y en la década de los 80 se crearon el IV y el V. Allí entraba el mineral de las cuencas mineras del Bierzo y Laciana en camiones y también por el ferrocarril de la MSP.

Las torres de refrigeración formaban parte de esa instalación, con sus 109 metros de alto y 79,5 de diámetro en sus bases, al igual que la chimenea primitiva del grupo III y que a partir de ahora solo quedará en las fotos y en el recuerdo de trabajadores y bercianos.

Entre la pena y la indiferencia

La demolición de estas estructuras despierta opiniones y sentimientos de todo tipo, sobre todo entre aquellos que estuvieron trabajando en sus instalaciones mucho tiempo. Los hay que sienten pena y tristeza por su derribo pero otros, en cambio, consideran que su preservación como patrimonio industrial no aportaría nada a la comarca.

Entre los primeros se encuentra Benancio, que cuenta con 93 años, y trabajó en Compostilla II desde los años 80 hasta su jubilación. Para él, estas torres «tenían que quedar como recuerdo» y su caída será «una gran pena». De la misma opinión es Carlos, que trabajó 45 años en Endesa y entre sus destinos estuvo la térmica de Cubillos del Sil. «Lo veo muy mal, tendrían que dejarlo como recuerdo», apunta.

Por otro lado, a Arsenio, que también estuvo cuatro décadas ligado a Endesa, lamenta que se destruyan las torres y la chimenea, pero entiende que no se puedan mantener por su elevado coste de mantenimiento. En ese sentido, señala que ya solo el recubrimiento del hormigón tendrían un gran coste.

Por el contrario, Pedro Yáñez trabajó 36 años en una empresa auxiliar de la central dedicada a la limpieza y cree que dejar las chimeneas como patrimonio industrial «no aportaría significativamente a la comarca». En cambio, la utilización de esos terrenos para la implantación de nuevas empresas «podría generar el empleo necesario para nuevas generaciones de trabajadores, permitiéndoles contemplar la posibilidad de quedarse a vivir en el Bierzo».

Este trabajador critica «el abandono sufrido por los sectores de trabajadores más vulnerables, como los mayores y las mujeres, que participaron activamente en la producción y mantenimiento de la planta durante décadas». «La transición energética es un proceso necesario, pero también debe llevarse a cabo con una consideración profunda por el impacto humano y la falta de medidas de apoyo y planes de reconversión adecuados para estos trabajadores deja un sabor agridulce en este hito».

Manuel, que estuvo empleado en una auxiliar durante 38 años, no siente pena por el derribo de las torres y chimenea, por el contrario, siente pena por los puestos de trabajo perdidos y por las dificultades de muchos para encontrar un empleo. Es su propio caso, que lleva tres años en el paro y no consigue nada. «Lo que prometieron de Transición Justa, todo mentira», recrimina.

Y es que muchos se sienten abanadonados, tanto por el Gobierno como por Endesa, criticando su falta de apuesta por el Bierzo en detrimento de otros territorios en los que también se han cerrado centrales térmicas.

Lejos de toda polémica, la única verdad es que este derribo dejará solo en el recuerdo de los habitantes de la comarca ese pasado floreciente y por el contrario deja un futuro incierto en una tierra que sigue buscando su sitio.

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