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Pueblo de arrieros, enseña de toda una comarca y amor por la piedra y la arquitectura popular. Castrillo de los Polvazares fue declarado en 1980 Conjunto Histórico-Artístico de alto valor monumental.
Los habitantes de Castrillo fueron tradicionalmente arrieros maragatos. Estos comerciantes comerciaban y mercadeaban entonces con vinos, pescados, y muchos otros bienes en época del 'estraperlo'.
Las casas, llamadas casas arrieras, están estructuradas en función de esa actividad, existiendo grandes puertas para el paso de carros, patios interiores que son el centro de organización de la casa, cuadras, y algunas grandes bodegas.
El pueblo de Castrillo que hoy conocen turistas y visitantes es la reconstrucción del pueblo original, 'borrado' de su ubicación por una riada siendo el actual la reconstrucción realizada en el siglo XVI.
Los arrieros maragatos gozaron de gran poder e influencia en la zona entre los siglos XVI y XIX gracias a la riqueza provocada por el comercio que les permitía trasladar al centro salazones de pescado traídos de la costa gallega y cambiando la carga por embutidos y productos de secano.
Es riqueza comercial se inturrumpió con la llegada del ferrocarril a Astorga en 1866.
Fue precisamente en la actividad de los arrieros donde tomó forma el conocico como 'cocido maragato', cuyo origen es explicado por los propios lugareños: «Cuando los maragatos, recorrían las tierras de España como arrieros, llevaban entre los utensilios necesarios para sus largos desplazamientos, una fiambrera circular de madera con su tapa también de madera, donde guardaban en ella porciones de carne de cerdo cocida, que se conservaba fresca cierto tiempo. Al llegar a las posadas o mesones comían primero lo que ellos llevaban en las fiambreras de madera, por supuesto alimentos fríos, y para terminar y «entonar» sus estomagos pedían al mesonero o al posadero una sopa o caldo caliente«.
Precisamente ese recurso gastronómico es hoy uno de los reclamos de la zona que cada fin de semana es visitada por cientos de personas atraídas por los condimentos del cocido y la singular estructura de las viviendas.
Lo caracteristíco de las casas, con ricas fachadas de piedra, son sus portalones adintelados o de medio punto. Destaca igualmente la carpintería de sus construcciones en madera, así como los aleros de los tejados.
Como construcción individual sobresale su iglesia parroquial toda de piedra en una localidad que debe su nombre a dos castros, el Castro de San Martino y el de Teso de la Mesa.
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Sara I. Belled y Jorge Marzo
José A. González, Sara I. Belled y Cristina Cándido
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