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Jueves, 3 de enero 2019, 09:49
Había cuerpos desmembrados, otros parcialmente calcinados, algunos eran simplemente ceniza y nunca pudieron ser identificados. En el interior del túnel número 20, a la salida de la estación de Torre del Bierzo, la muerte se apoderó de medio millar de personas.
Fue el mas atroz y brutal accidente ferroviario en la historia de España. Una mezcla de fatalidad y malas instalaciones que en plena dictadura se convirtieron en un explosivo cóctel al que se sumó la fatalidad.
Ahora se cumplen 75 años de aquel terrible suceso.
En aquella mañana, fría y con nieblilla, el correo-expreso nº 421, procedente de Madrid y con destino La Coruña, llevaba casi dos horas de retraso en el momento de su entrada en Astorga. Era un poco más de mediodía. El tren llevaba dos locomotoras y 12 vagones. En aquel enorme tren, los vagones de equipajes y correos avanzaban en primer lugar; tras ellos los de primera clase, un vagón mixto (primera y segunda) y cinco vagones de tercera clase además de un conocido como 'furgón pagador', a la cola del convoy.
Nunca hubo cifras oficiales pero se calcula que el tren superaba en un cinco por ciento su máxima ocupación, lo que suponía que en aquel tren se desplazaban 900 personas, 780 previsiblemente, en los vagones de tercera clase.
Aquel 'tren de la muerte' tenía en su cabeza una locomotora principal que no frenaba bien un motivo que obligó a añadirle una segunda máquina por seguridad. En Astorga se retrasó 9 minutos más comprobando el sistema de frenado. En la estación de La Granja, a mitad de descenso del puerto de Brañuelas, efectuó su parada reglamentaria y allí se comprobó que la locomotora acoplada tenía una caja de grasa caliente, por lo que hubo que desengancharla.
Al parecer, el maquinista de la locomotora titular había advertido del problema de frenado, pero aun así se reanudó la marcha con una sola locomotora. En el descenso del puerto el convoy ganó velocidad. Tenía que efectuar parada en Albares de La Granja pero el maquinista no pudo frenar, mientras el jefe de la estación lo veía pasar a toda velocidad a las 13:10 horas.
Fue entonces cuando alertó de la situación. Alarmado el jefe de estación telefoneó a la estación de Torre del Bierzo para anunciar que el Correo 421 había perdido los frenos. El jefe de Torre del Bierzo mandó poner traviesas en la vía intentando frenarlo, pero no dio tiempo: en menos de 5 minutos el correo entraba en la estación haciendo sonar el silbato en señal de alarma y continuó hasta entrar en el túnel número 20.
La tragedia, antes o después, tendría que llegar. Era un final anunciado. En dicho túnel se encontraba una locomotora de maniobras con tres vagones. El maquinista, advertido por el jefe de estación, estaba tratando de alejarse de la estación en el mismo sentido cuando el correo le alcanzó dentro del túnel.
Debido a la violencia del choque, los dos últimos vagones de la locomotora de maniobras se quedaron dentro del túnel, mientras que la máquina y el vagón restante salieron por el otro lado del túnel. También la locomotora del correo y los cinco primeros vagones (equipajes, correos y dos de primera clase) quedaron dentro del túnel.
El espectáculo era dantesco el coche de primera y segunda clase quedaron en parte dentro del túnel y en parte fuera mientras los cinco vagones de tercera clase y el coche pagador quedaron totalmente fuera del túnel. Los vagones que estaban dentro comenzaron a arder.
Ajeno a esta tragedia, en sentido contrario, circulaba un tren de mercancías (carbonero) número 7742 que tenía previsto realizar el cruce con el tren correo en la estación de Torre del Bierzo (debido al retraso que llevaba el correo 421, ya que el cruce estaba inicialmente previsto en Bembibre).
Llevaba 27 vagones de carga y un furgón. El choque había destrozado los cables que movían las señales, y se habían quedado en vía libre para este tren en la estación de Torre del Bierzo. Por tanto, el fogonero echó más carbón en la máquina y el mercancías continuó su marcha.
Cuando el mercancías salió del túnel número 21, primero se encontró con el maquinista de la locomotora de maniobras, que había salido ileso del choque y trataba desesperadamente de evitar una tragedia mayor avisando al mercancías. Detrás de él, a solo 200 metros de la salida del túnel 21, se encontraba la máquina de maniobras. Al ver al maquinista, la pareja conductora del mercancías trató de frenarlo pero no había espacio suficiente. Como resultado de este choque, las locomotoras de maniobras y del mercancías descarrilaron y los primeros vagones de este último tren volcaron (matando al maquinista que había avisado). El silbato de la máquina de maniobras se abrió y estuvo sonando hasta que se acabó el vapor que había en la caldera.
Principalmente, se debió al mal estado de las infraestructuras ferroviarias que, desde el final de la Guerra Civil, se encontraban en un estado pésimo. A esto se unía el mantenimiento precario y deficiente de aquellos años de la postguerra. A ello había que añadir la presión a la que se supone estuvo sometido el maquinista del tren correo para continuar viaje, aun sabiendo que los frenos se encontraban en un estado deplorable, según consta en la información recogida en Wikipedia.
La tragedia fue mayor al producirse el choque dentro de un túnel e incendiarse los vagones que quedaron dentro de él. En caso de que el choque se hubiera producido al aire libre. Por otra parte, el desastre pudo haber sido mayor si el maquinista de la locomotora de maniobras no se hubiera sacrificado y el mercancías no hubiese frenado. El retraso del tren correo también influyó en el choque, ya que este convoy se encontró con la locomotora de maniobras y el mercancías a causa del mismo.
El accidente se debe contextualizar dentro de la época de represión que sufrían los maquinistas de Renfe dado que, antes de y durante la contienda, muchos ferroviarios habían sido militantes de sindicatos obreros de izquierdas; por tanto, los maquinistas y operarios muchas veces actuaban bajo el temor de represalias por parte de las autoridades de la dictadura franquista.
La dictadura siempre ocultó el número de víctimas totales en aquel accidente y culpó a los maquinistas acusándoles de un sabotaje que no fue tal. Las victimas y sus familias, en muchos casos, simplemente quedaron en el anonimato.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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