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Alfredo, Toño y Alfonso están al frente del Cocodrilo Negro Bar y Café. E.Jiménez
35 años del Cocodrilo Negro: «Nunca ha cambiado, nunca ha ido por modas»

35 años del Cocodrilo Negro: «Nunca ha cambiado, nunca ha ido por modas»

Toño Fernández y sus hijos Alfredo y Alfonso están al frente de este mítico pub de la capital berciana que se ha mantenido fiel a un estilo y a un tipo de clientela

Esther Jiménez

Ponferrada

Lunes, 17 de marzo 2025, 08:13

Fue un 9 de febrero de 1990 cuando el Cocodrilo Negro Bar abrió sus puertas en la calle Obispo Mérida, en el barrio de San Ignacio de Ponferrada. Una idea de dos hermanos, que surgió de forma totalmente espontánea. «Yo estaba en Madrid y vine para acá. De aquella teníamos que hacer algo y nos juntamos, lo hablamos y lo hicimos, aunque mi hermano se fue al año y medio», indica Toño, propietario y pincha del local.

Un comienzo que fue bastante precario, «solo teníamos una pletina de cd y un amplificador, hasta que un día me tiraron un vaso encima del amplificador y casi prende fuego». Fue entonces cuando creó la mítica cabina del Coco, donde la gente se le acercaba a charlar y «acababa guardando el vinilo en cualquier sitio y luego tardaba semanas en encontrarlo», asegura con humor.

De aquellos inicios recuerda el gran ambiente que había en la noche de la capital berciana, «la hostelería era el doble de lo hay en la actualidad y de potencia de copas, si un sábado ahora salen mil personas, por decir un número, de aquella salían 4.000». Fueron años en los que «todo el Bierzo se movía a Ponferrada y venían también de Astorga, del Barco...». «Había muchísima gente, un verano de aquella daba igual el día que fuera. También había muchos estudiantes y la gente antes se movía mucho más, era otra historia», explica Toño Fernández, que cree que lo que vivieron entonces «es irrepetible y me da pena por la gente que está en los 20 o en los 30».

El primer local que ocuparon era muy pequeño, «desde la cabina casi tocaba la barra», lo que no les permitía hacer conciertos, «poca cosa, algún aniversario pero ahí poco se podía rascar». Lo que si destacan es que «se ambientaba con nada, había cinco personas y ya parecía que estaba lleno», aunque en una ocasión llegaron a contar 105 personas en su interior.

Imagen del Cocodrilo Negro Bar. E.Jiménez

Todo queda en familia

El Cocodrilo Negro es un negocio completamente familiar. A principios de los 2000 se incorporó al pub Alfredo, el hijo mayor de Toño, y siete años más tarde, lo hizo el pequeño, Alfonso, que acompañan a su padre en esta aventura de ya 35 años. El primero empezó en el local antiguo pero el segundo ya lo hizo en la nueva ubicación, la que ocupa en la actualidad en la Avenida de la Puebla.

Un cambio que en el año 2007 vieron completamente necesario, sobre todo a raíz de la ordenanza que regulaba los horarios de cierre. «Empezaron a llevarlo a rajatabla y no queríamos problemas, la gente no funciona como las máquinas», incide Toño. En ese sentido, Alfredo recuerda que tenían un margen tranquilo para cerrar, «mi padre ponía Frank Sinatra, dejaba el disco sonando, se apagaban las luces y la gente se iba yendo gradualmente pero luego fue un cambio muy drástico y corta el rollo al cliente y a nosotros porque al final no es algo que sea decisión tuya y había gente que hasta se mosqueaba pero luego venía la Policía y tu tenías que cumplir un horario».

La zona escogida fue un local -el que ocupó en su momento la zapatería La Zamorana- en La Puebla, que no está en ninguna zona de copas, por lo que la gente tiene que ir al bar a propósito, «y fue una cosa que quise hacer también, para evitar problemas, no hay nadie más, estamos solos», asegura Toño y Alfonso, el menor de los hermanos, añade que «al venirnos para aquí, mi padre llevaba 18 años trabajando con el bar, en una época en la que hubo mucho volumen de trabajo y había generado una cartera de clientes importante y que bueno, al final, si lo que haces gusta la gente te va a seguir donde vayas y aún así no deja de ser arriesgado el haberse venido para La Puebla y más a día de hoy que está devastada».

A pesar del cambio, el Cocodrilo Negro siempre ha tenido la misma línea, «nunca ha cambiado, nunca ha ido por modas, nos hemos mantenido fieles y mientras yo pinche aquí así va a ser, el día que yo falte que hagan lo quieran. Pero siempre ha tenido un estilo, una forma de entenderlo, sale de forma natural, sin forzarlo».

Toño Fernández en la cabina del Cocodrilo Negro. E. Jiménez

Altibajos y supervivencia

A lo largo de estos 35 años de andadura el negocio ha tenido altibajos, «ninguna empresa es lineal y al final en 35 años te da tiempo a pasar por diferentes crisis y aquí hubo varias». En ese sentido, se acuerdan de la de la minería, la del 2008 que, además, les pilló recién trasladados al nuevo local, o la pandemia, en la que estuvieron un año y medio cerrados y de la que pudieron sobrevivir gracias al restaurante que abrieron en Cabañas Raras y a los caseros «que en ese momento se portaron». «Pubs en Ponferrada se han montado muchos en 35 años y no quedan muchos, de la gente que empezó conmigo o que ya estaba creo que no queda ninguno, quitando el Morticia», explica Toño

¿Y cuál es la clave del éxito para mantenerse más de tres décadas? Toño lo tiene claro: «en el bar es que te guste la gente, sino olvídate, hacer lo que te gusta. Cuando estás cara al público es lo que hay y mantener un sitio serio. Aquí viene todo el mundo, aquí vienen de lo mejor y de lo peor entre comillas pero siempre se ha mantenido en la misma línea, hemos tenido algún incidente que otro, no deja de ser un bar abierto al público en general y yo creo que ha sido el único pub en Ponferrada que no ha tenido portero».

Para Alfonso «tiene que haber un control y al final ese control lo ejerce Fredo que está en la barra y mi padre que está en la cabina». Pero para los tres es «un bar de gente a la que no le gustan muchas otras cosas y que le gusta tomarse una copa bien puesta tranquilamente y estar en un sitio en el que vas al baño y huela bien, que le atiendan bien, que haya rock&roll. Antes, cuando abrió mi padre en los 90 había bares de rock de todos los tipos, de punkis, de heavys, de lo que quisieras, y a día de hoy quedan tres bares que no pongan reggeaton».

Cuadro del pintor Ángel Ruiz que presidió y preside el antiguo y el nuevo Cocodrilo Negro. E.Jiménez

En definitiva, «hacemos lo que hacemos porque nos gusta lo que hacemos, es algo más allá de eso, hay una historia, unos valores, la imagen que le ha dado mi padre y la que intentamos y seguimos mi hermano y yo e intentar mantener el legado», concluye Alfonso.

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