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Mariló Barreira contempla la foto de recién casados de sus abuelos.

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Mariló Barreira contempla la foto de recién casados de sus abuelos. Carmen Ramos

Mariló Barreira, nieta de represaliado

«Mi madre tenía verdadero pánico y no sacó a mi abuelo del cementerio del Carmen»

Mariló Barreira confía en que las excavaciones permitan recuperar los restos de su abuelo, Máximo Blanco Expósito, fusilado el 29 de diciembre de 1936, que fue enterrado en la zona 4a, en el centro del antiguo camposanto de Ponferrada, en una sepultura pagada por su viuda hasta el año 1966

Carmen Ramos

Ponferrada

Sábado, 30 de septiembre 2023, 09:21

«Cuando me enteré que se buscaban los restos de represaliados en el cementerio del Carmen se me saltaban las lágrimas por si pudiera por fin recogerlos y pasarlos al cementerio nuevo donde están mis padres y su hija». Así lo relata, emocionada, Mariló Barreira, nieta de Máximo Blanco Expósito, fusilado el 29 de diciembre de 1936 en las inmediaciones del cementerio del Carmen cuando contaba 38 años y que fue enterrado en la zona 4a, en el centro del camposanto, en una sepultura pagada por su viuda hasta el año 1966.

Mariló confía en que esta vez sí pueda cumplir un deseo que lleva acariciando desde hace años. Reconoce que el «miedo» y el «verdadero pánico» que sentía aún su madre, ahora ya fallecida, cuando se oficializó el traslado de restos al nuevo camposanto de la ciudad impidió que el cuerpo de Máximo Blanco fuera en ese momento exhumado. Por ello, alberga la esperanza de que la búsqueda impulsada por el Ayuntamiento de Ponferrada en colaboración con la Asociación Sputnik Labriego permita localizarlo y darle un descanso eterno junto a su familia.

De Astorga a Ponferrada

Máximo Blanco Expósito fue entregado por su madre en el Hospicio y Casa de Expositos de San Cayetano, en Astorga. Con apenas un mes de vida fue dado a una familia de Los Barrios de Nistoso donde pasaría sus primeros diez años de vida. En el año 1906 volvió de nuevo al Hospicio donde aprendió la profesión de barbero. Fue a finales de 1910 cuando se trasladó a Ponferrada y conoció a la que se convertiría en su esposa, Alberta González con la que tuvo a sus tres hijos: Alberto, Purificación y Concepción. La familia se asentó en una vivienda de la calle del Rañadero donde ejerció su profesión en la conocida como Barbería del Rojo.

Afiliado a la Agrupación Socialista de Ponferrada fue acusado por un vecino de transportar dinamina durante la defensa del golpe de Estado en la capital del Bierzo y detenido el 2 de agosto de 1936.

En el juicio, celebrado el 15 de diciembre, declaró que no se involucró en los tiroteos que tuvieron lugar en la ciudad. Unas palabras que no fueron tomadas en cuenta, al igual que las del resto de testigos que nombró. Fue condenado a muerte junto a otros siete detenidos con los que protagonizó un intento de fuga de la cárcel de Ponferrada.

En sus últimos momentos y consciente del fin de su vida, cuando contaba tan solo 38 años, escribió tres cartas dirigidas a su mujer e hijos y a unos amigos de Astorga que «mi abuela nunca las entregó por miedo a implicarles».

«Fue todo por ver una España mejor»

Este «era un tema del que en casa nunca se hablaba», asegura Mariló Barreira. Con 12 años comenzó a interesarse por lo que le había ocurrido a su abuelo. Su inquietud nunca se desvaneció «hasta que fuí un poco más mayor y empecé a preguntar». Recuerda como su madre le explicaba que «él tenía sus ideas, yo no sabía qué tipo de ideas porque del todo no se hablaba nada, que alguien lo denunció y lo cogieron, lo metieron en la cárcel y lo fusilaron». Con el paso del tiempo y leyendo las cartas que él había dejado escritas de su puño y letra supo que «fue todo por ideales, por ver una España mejor para que todo el mundo tenga derecho a todo».

A pesar del miedo que aún albergaba su madre, Mariló Barreira siguió tras los pasos su abuelo y contactó con el entonces vicepresidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y exconcejal en Ponferrada, Santiago Macías, que le facilitó nuevos datos. Un recorrido que le llevó también al Hospicio de San Cayetano de Astorga e incluso al Archivo Histórico de Ferrol.

A día de hoy, Mariló entiende el silencio de entonces de la familia «porque estaba mal visto» y se muestra satisfecha ahora, pasado el tiempo, de poder poner luz sobre lo que el destino deparó a su abuelo en su lucha en defensa de la libertad.

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