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«La década de los 50 y de los 60 en Ponferrada es como hablar de los año 20 en nueva York». El historiador berciano Vicente Fernández no vacila en su respuesta cuando se le pregunta por qué la capital berciana fue La Ciudad del Dólar.
Vivió su época dorada en la década de 1950. Años de esplendor para una ciudad que se despedía de la posguerra y en los que la minería del carbón, el wolfram y la electricidad, con el nacimiento de Endesa, vertebraron una expansión económica en un momento en el que «el dinero corría a espuertas», destaca el también historiador Miguel José García.
Fue la época en la que abrió sus puertas el bar El Dólar (rebautizado como Casablanca) en el centro de la ciudad, «un tugurio en el que se jugaba y se trapicheaba», recuerda, una especie de cabaret que «no estaba prohibido pero tampoco era bien visto» en un momento en el que «corría el dinero por Ponferrada». «La gente con pasta iba allí a gastársela», apunta. «Era Ponferrada la nuit».
Una etapa histórica que comenzó a dar sus primeros pasos en los años 40, cuando «aún no habíamos salido de la posguerra, del hambre y de las cartillas de racionamiento y aquí se respiraba otro ambiente», remarca García.
Antes de la guerra ya había llegado La Minero (MSP) y el wolfram dio dinero «para gastarlo rápido, no para invertirlo porque no creo que nadie se hiciera rico con el wolfram pero sí hubo pueblos que consiguieron poner una cocina económica que antes no había, cosas de andar por casa pero que en esta zona y en este tiempo fue mucho y de ahí viene lo del dólar», explica el historiador.
Obras de autores bercianos tan reconocidos como Raúl Guerra Garrido se refirieron a Ponferrrada como La Ciudad del Dólar en las páginas de 'El año del wolfram', novela finalista del Premio Planeta en 1984 sobre la guerra del wolframio (1942-1953). Mientras, en el bar El Dólar corría el dinero.
El director de la Biblioteca Municipal de Ponferrada, Jesús Álvarez Courel, ha buceado durante años en la historia de la ciudad en un exhaustivo trabajo que ha recogido de forma minuciosa en el Archivo Histórico Municipal. Imágenes y contenidos en los que se habla de Ponferrada como La Ciudad del Dólar. Un sobrenombre que, según relata, ya figuraba en un artículo del Diario Promesa que se editó desde 1945 a 1957. «Claro que los periodistas están viendo, después de que se inaugura la térmica con Franco en el año 49, la gente que vino aquí a trabajar y todo lo que significó en obras», explica.
«Eran miles de personas y los periodistas van viendo como la ciudad se va transformando pero muy lentamente porque hay que hacer viviendas para toda esa gente que viene porque no hay suficientes, imagínate sanidad y otras cosas», subraya Courel. Es el momento en el que «Ponferrada pasa de ser un puebluco a de repente una eclosión extraordinaria y dicen: esta es La Nueva California, La Ciudad del Dólar».
España vivía la posguerra en los 40, una década que no era precisamente de prosperidad, sin embargo Ponferrada «conoce un momento de ebullición y de desarrollo económico, demográfico y urbano tremendo», resalta el historiador berciano Vicente Fernández. Eran años en los que «circulaba mucho el dinero, había mucho empleo y buenos sueldos, por toda la gente que trabajaba en la MSP y sobre todo en Endesa». «Había también mucho comercio y mucha actividad industrial y eso hacía que el dinero corriera y daba una alegría», apunta.
Unido a la minería y a la electricidad, se unió la riqueza que generaba el transporte. «Aquí no había minas pero la distribución y el lavado del carbón se hacía en Ponferrada», indica Fernández, lo que le permitió contar con una de las mayores flotas de transporte de España. «Se convirtió un foco fundamental y de mayor densidad de transportes de España por carretera».
Como anécdota de esta ebullición de la ciudad, el historiador recuerda como la primera discoteca de la provincia de León abrió sus puertas por entonces en Ponferrada.
La Ciudad del Dólar también se tradujo en el despegue urbanístio de Ponferrada en un momento en el que «vinieron a trabajar buenos arquitectos llegados de Madrid, Santander, Vigo, Pontevedra o León, porque aquí no había», relata Fernández.
Entre ellos, José Martínez Mirones, figura clave y arquitecto municipal durante más de tres décadas, que fue el encargado de diseñar y construir algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad entre los años 1943 y 1983, entre ellos el edificio Uría, situado en la plaza de Julio Lazúrtegui. El primer rascacielos que tuvo Ponferrada con nueve pisos se construyó en 1958 y recuerda al Flatiron de Nueva York. Como edificios emblemáticos industriales destaca el de la central de Compostilla I, hoy sede del Museo Nacional de la Energía, donde nació Endesa.
Vicente Fernández recuerda también a Calleja, otro arquitecto que diseñó muchos de los inmuebles que se levantaron en esa época en la conocida también como La Nueva California. «Hubo años que hacían más de mil proyectos de construcción de todo tipo, sobre todo habitacional, y en total cada uno de ellos entre 3.000 y 4.000 proyectos de edificios en esas décadas». «Fue un boom y lo que definió, en algunos aspectos para bien y en otros para mal, el urbanismo de Ponferrada», dice.
Una ciudad que tenía muy limitado su crecimiento demográfico y por lo tanto urbanístico, principalmente en el espacio que ocupa hoy el barrio de La Rosaleda. «Había una separación donde terminaba la Ponferrada de siempre hasta el barrio de Cuatrovientos, eran hectáreas y hectáreas en las que no se podía construir porque era de la MSP», apunta el historiador.
Unos terrenos que recuerda Fernández que «se reservaron para hacer una gran empresa siderúrgica que finalmente no se hizo y quedaron para talleres de la MSP y de otro tipo pero no para suelo urbano», lo que provocó un mayor hacinamiento y un mayor volumen en altura. Fue una de las sombras de La Ciudad del Dólar junto a la montaña de carbón. «Era el peaje que había que pagar porque gracia al carbón Ponferrada fue lo que fue y eso no lo podemos olvidar nunca».
El boom económico que experimentó la ciudad propició todo su crecimiento urbano, demográfico y arquitectónico. También la alegría de vivir porque había buenos sueldos y mucho trabajo, con operarios muy cualificados. «Por ejemplo en Endesa había mucho ingeniero y tenían un alto nivel de vida porque eran prácticamente los que tenían los mejores sueldos y eso en un sitio pequeño se notaba», insiste Fernández. De ahí también el desarrollo comercial de la ciudad.
El centro neurálgico del comercio era la plaza de la Encina, la calle del Reloj y la plaza del Ayuntamiento. Luego con ese crecimiento se trasladó a la zona de La Puebla para convertirla en el centro comercial más importante de la capital berciana.
Las iglesias parroquiales de los barrios de la ciudad pertenecen prácticamente todas a esa época, como es el caso de la de San Pedro, en el centro de Ponferrada, o las de los barrios de Flores del Sil y Cuatrovientos, el de mayor población de Ponferrada, que se formó con emigrantes, que llegaron sobre todo de Andalucía, de la provincia de Jaén, y se instalaron ahí «porque lo que era en la ciudad no había sitio porque no había superficie suficiente, entonces tienen que ir a las afueras», explica Vicente Fernández.
Otras de las viviendas residenciales destacadas que se levantaron en esos años en Ponferrada fue Ciudad Jardín, en la zona alta, un proyecto de Martínez Mirones, encargado por el ponferradino Eduardo Domínguez, que se construyó entre los años 1950 y 1952 en una finca que eran Los Pedracales, recuerda el historiador.
Desde viviendas a colegios, en esos años se levantaron, entre otros, el Espiritu Santo, popularmente conocido como el de Las Alemanas con un expediente de obras de 1954, y el de La Asunción en Flores del Sil, del arquitecto José Ramón Bros. También la iglesia de San Ignacio de Martínez Mirones con un proyecto del año 47 y la de San Pedro.
Fue el momento también del despegue del ocio. Se multiplicaron lo bares, las salas de fiesta y los cines en una ciudad que en esos años llegó a tener cuatro o cinco grandes salas de proyección y teatros. «Para el tamaño de la ciudad realmente estaba bien», sañala Fernández.
Todo ese bienestar se traducía en ganas de disfrutar y pasarlo bien. «La gente tenía esa sensación como ocurrió en Estados Unidos y en París en la década de desarrollo de los maravillosos años 20. «Fue algo parecido, la década de los 50 y de los 60 en Ponferrada es como hablar de los año 20 en nueva York, lo que se vivía era muy parecido de otra manera pero a nivel español», apunta el historiador.
Tanto es así que Ponferrada se estudiaba en las universidad en esos años como una de las ciudades que había tenido un mayor crecimiento exponencial de habitantes en esas décadas en proporción a la población que tenía en la provincia de León.
El declive llegó a partir de la última crisis económica, la caída a los infiernos de la minería y la desaparición de las centrales térmicas, primero MSP y después Endesa.
Las minas van desapareciendo poco a poco y solo queda el cielo abierto de la Gran Corta de Fabero «que ya empleaba a menos gente». «A finales del siglo XX y principios del XXI el 10% de la industria de Castilla y León estaba en El Bierzo pues hoy ya no sé en qué puesto estamos pero ha bajado mucho, Ponferrada a nivel industrial y también a nivel comercial», destaca Vicente Fernández.
El historiador reconoce que si tuviera que hacer una valoración de la conocida como La Ciudad de Dólar sería positiva. «Es un época de desarrollo para Ponferrada a nivel nacional como pocas ciudades», teniendo en cuenta que «lo que era una pequeña villa en los años 30 se convirtió en una ciudad a finales de los año 40».
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